Christina Robertson vivió y trabajó en Rusia entre 1840 y principios de la década de 1850. Esta es una de sus mejores obras, aunque lamentablemente no se ha establecido la identidad de los niños. Estos niños, ordenados, obedientes y encantadores, pertenecen claramente a las altas esferas de la sociedad; el niño viste el uniforme del prestigioso Cuerpo de Pajes de San Petersburgo, mientras que la niña sostiene un gran guacamayo parlante de colores, un ave extremadamente rara en aquel entonces.
