Cuando Dirk Hannema, fundador del Museum de Fundatie, compró este molino en París por 6500 francos, atribuyó la autoría a Vincent van Gogh, pero nadie lo creyó. Hannema era una figura controvertida: ya había intentado colar varias falsificaciones como si fueran Vermeers originales y además era un cochino colaboracionista pro-alemán en la Holanda ocupada. Le vendió cuadros a los nazis.
